No se puede comprender la naturaleza de los pechos femeninos desde la mirada juzgadora y crítica que ha desarrollado el masculino dominador. Ese masculino que establece valoraciones, habita no solo en los hombres sino que ha sido introyectado por nosotras las mujeres, y esa voz retumba en nuestras cabezas, provocando una escisión de nuestra feminidad.
La verdadera belleza de los pechos femeninos reside en el dulce magnetismo que desprenden.
Cuando la mujer se conecta a ellos, naturalmente irradia amor, belleza y alegría
Nombre del Cuadro: ¨En Amor¨ Autora: Manjula (autora de este artículo)
Supone una revolución tanto para la mujer como para el hombre, honrarlos por el aroma sutil y embriagador a flores abiertas que emana, el aroma del magnificente amor. Y sin embargo, ¡Cuánto nos hemos obsesionado con su forma!
La mayoría de mujeres rechazan, ocultan sus pechos o los cambian en intervenciones quirúrgicas. Que si son demasiado pequeños o demasiado grandes, que si caídos, que si tienen estrías, que si los pezones son… O al contrario tienen muy buena relación con ellos porque son bonitos y turgentes, y eso les encanta a los hombres de tu vida o ¡a los de la calle!. Así que o los escondes o los exhibes.
Los pechos de las mujeres al igual que sus cuerpos, viven juzgados y tiranizados por nuestra estética occidental, que se ha construido para satisfacer una sexualidad masculina enfocada exclusivamente en la excitación y en el orgasmo. Nos quedamos deshabitadas, perdidas en la comparación y ancladas en un ego temeroso de no ser aceptadas, queridas y deseadas.
¿Cómo trascender ésto? ¿Qué hacer ante esta locura enferma?
En esta relación ansiosa con ellos, ¡nunca los has llegado a conocer de verdad!
Así como una madre arraigada en su corazón, no ama a su hijo por si ha hecho los deberes o se ha vestido a tiempo, sino que lo ama porque es vida que palpitó dentro de ella, es vida que generó, y ve en él la inmensidad de la existencia (se estremece de amor y se conmueve, no hay forma ni condiciones), así es como tus pechos desean que les mires, con la bondadosa mirada de tus ojos relajados.
¿Conoces las cualidades energéticas de los pechos femeninos? Te cuento…
Los pechos de la mujer corresponden energéticamente a su polaridad positiva; es decir, son su lugar emisivo. Su forma es de por sí prominente en su cuerpo. Brotan hacia fuera plenos de la gracia de la que emanan. Entre ellos, reside el chacra corazón, Anahata. Dos universos redondos, suaves que culminan en un pezón cada uno, los 2 puntos energéticos desde donde vierten el amor. Su polo negativo está en su vagina, la cual está diseñada para recibir. Físicamente es una cavidad. Ambos están conectados por un circuito llamado eje magnético: los pechos conectan energéticamente con la vagina, y específicamente, los pezones conectan con el clítoris.
Cuando la mujer está en conexión con su centro positivo energético, suceden transformaciones mágicas en ella: su verdadero empoderamiento acontece.
Se vuelve hermosamente femenina. Vive relajada, más resiliente con la vida y menos exigente y frustrada cuando las cosas no son como ella desea. Su femenino se arraiga para polarizarse frente al masculino. Se empodera en él. Pero atención, no es un poder rígido, que en realidad teme no ser respetado, ni masculino enfocado en obtener logros. Es el poder de la sonrisa del Universo, que se sabe autoridad en sí mismo.
Se vuelve más sensual. Camina por la vida ondulante, suave y al mismo tiempo es capaz de apasionarse y de vivir intensamente.
Se vuelve más inspirada. Hay espacio y disponibilidad para que emerjan la creatividad y la intuición.
Se vuelve más amorosa. Sus brazos se abren para abrazar y en el abrazo acoger en su pecho. Y sus manos dan rebosantes porque sí, sin esperar nada a cambio. Y también sus brazos y manos saben parar naturalmente lo que no es bueno y verdadero para ellos.
Se vuelve más orgásmica. Cuando la mujer o su hombre dan presencia a sus pechos, los sostienen, los acarician o los estimulan, sucede una respuesta en su polo receptivo: se despierta el clítoris, la vagina y el cérvix. Naturalmente se lubrica la vagina abriéndose toda ella al placer gozoso. Es entonces cuando desea anhelante ser penetrada. La sexualidad deviene entonces para la mujer natural, orgánica y como consecuencia placentera. Ya no la rechazará o evitará.
Los pechos poseen capacidad orgásmica. Durante la lactancia, al amamantar la madre a su bebé, sus circuitos magnéticos están naturalmente activos. Succionando de sus pezones la leche, la madre puede sentir oleadas orgásmicas de placer. Si se abre a ello sin prejuicios y en unidad con lo que acontece, accede a una gozosidad extraordinaria, es puro amor desbordado hacia el hijo que reabsorve nutritivamente de nuevo hacia ella misma. Puede sentir excitación y deseos de hacer el amor. ¡Qué experiencia tan sublime! ¡Cómo la naturaleza se expresa abundante de vida! Amamantar se convierte en un momento de meditación sagrada, de conexión con la divinidad que somos, de entrada al éxtasis.
Estas enseñanzas que nos trae el tantra, y que yo misma experimento en mí, no son para saberlas y que queden estériles en tu mente, sino para que lo experimentes en ti misma y sientas qué sucede.
Por eso te invito a darte un espacio de tiempo sin prisas y en intimidad para que explores contigo misma o con tu amada.
Si eres mujer, quizás por primera vez puedas acercar tus manos a descubrir cómo se siente tocar con un roce suave tus dos pechos, a acariciarlos con tanto mimo como si acariciaras la carita de un bebé. Quizás descubras el gusto en cada milímetro que recorres. Igual te asombras de su rotunda redondez, de su extremada suavidad, o igual te lanzas a bailar con ellos sensualmente. Descubre los movimientos y el ritmo gustosos para ti.
Aquieta tu movimiento en algún momento y siente, respira y siente. Y en este dulce contacto, escucha que es lo que ellos te cuentan. Quizás puedes percibir con sutileza o con fuego, como se abren tus flores coloridas, perfumadas, rebosantes de sensualidad y el aire se llena de algo nuevo. Tú eres eso. Estás en tu centro, en tu poder amoroso, sereno e inmenso.
Si eres hombre, honra las dos fuentes de amor de tu amada, o de tu compañera de trabajo o de tu madre o hermana. Si vas a hacer el amor con una mujer, deléitate en sus pechos, no para tu excitación ni para tu morbo. Con tu aposentada presencia, acarícialos muy despacio, disfruta de su textura, momento a momento, acarícialos para regalarle el despertar en ella de su manantial orgásmico, pero al mismo tiempo no esperes nada. Solo permanece presente… Cuando su electricidad se activa, ríos de energía descienden hacia su cérvix, su útero, sus ovarios, y su vulva se llenan rebosantes de vida. Cuando tu mujer está pletórica de amor es cuando te puede recibir anhelante de fusión.
Puede que lo que suceda es que afloren emociones o recuerdos. Es completamente natural, deja, o dejad si estáis dos, que emerjan para ser acogidos y que puedan liberarse después. Son memorias que albergan tristezas, decepciones, maltratos… Es parte del despertar de los senos cuando son presenciados con amor. Por eso, entrégate al momento y abraza cualquier cosa, incluso si no emerge nada…
Verás que al experimentar tus pechos desde dentro, todas las ideas mentales sobre ellos, perderán su fuerza porque ¡ya no tendrán sentido! ¿No es esto una revolución? Hasta podrás reírte alegre y compasivamente.
¡Tus pechos aman, ríndete a ellos, celébralos!
Y recuerda mujer: tú eres tu reina, la hermosa dueña del paraíso que mora en tu corazón.